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martes, 7 de noviembre de 2006

Higuaín, Franco-Argentino


La duda de Gonzalo Higuaín sobre si vestir o no los colores de Francia puso otra vez sobre la mesa la eterna discusión: ¿está bien o mal representar a otro país?. El sueño de casi cualquier jugador pasa por vestir algún día la camiseta de su país. Y en uno tan futbolero como la Argentina, la tendencia se potencia a niveles exorbitantes, al punto que hubo quienes arriesgaron seriamente su físico con tal de sentir la celeste y blanca aunque sea por unos minutos. Por eso resulta extraño que a lo largo de la historia tantos jugadores nacionales hayan decidido representar a otros países. Un nuevo caso podría ser el de Gonzalo Higuaín, el delantero que la rompe en River y cuyo destino pareciera ser Francia. Si bien ahora aseguró que no tiene decidido cuál será su futuro, el jugador, de 18 años, manifestó en varias oportunidades sus dudas por representar a Francia. Y tal vez el hecho de ser una de las figuras de este River de Passarella lo hace dudar sobre si esperar un llamado del DT argentino o bien seguir los pasos de David Trezeguet. Precisamente con el jugador de la Juventus no sólo coincide en la posición que ocupa en la cancha sino que tiene un pasado en común. Ambos nacieron en Francia pero se formaron futbolísticamente en la Argentina. Decisiones como las que tomó Trezeguet y como la que pone a Higuaín en boca de todos siempre suscitaron polémica. Un caso reciente y resonante es el de Mauro Camoranesi, campeón con Italia, quien encima se ganó aún más antipatía cuando, una vez finalizado el Mundial,
lanzó críticas despiadadas contra la Selección argentina. Ahora bien, ¿qué significa ponerse esa camiseta? Muchos de los jugadores que hoy pueden ser protagonistas lo explicaron. “Cuando me pongo la camiseta de la Selección, el sólo roce de la tela me eriza la piel”, definió alguna vez Diego Maradona, quien dio claras muestras de ello cuando jugó infiltrado algunos partidos del Mundial de Italia, como el recordado choque ante Brasil. Otros dejan atrás decisiones y hasta queman tiempo de su vida por un poquito más de amor albiceleste. El caso de Jorge Valdano es un ejemplo. Después de haberse retirado y con muchos meses de preparación para recuperarse de una hepatitis, Carlos Bilardo lo dejó afuera del Mundial 90. “Crucé el océano y me ahogué en la orilla”, dijo el delantero, en una sutil declaración que dejaba ver por sí sola el dolor. Los jugadores de las últimas selecciones tuvieron sus propias impresiones. Batallador como pocos, Juan Pablo Sorin dijo que "nunca hay agotamiento ni dolores estando en la Selección". "Como la queremos los argentinos a la camiseta, no la quiere nadie... En Italia los jugadores no la sienten tanto como nosotros. Es como que los futbolistas argentinos llevamos a la celeste y blanca en la sangre", explicaba Mario Santana meses atrás. Fabricio Coloccini fue en una dirección similar: “Es la camiseta que todos queremos y, aunque no te queden fuerzas, siempre hay una reserva guardada en el corazón que aparece cuando las piernas ya no responden. Y por esta camiseta claro que vale la pena esforzarse". "El argentino la lleva con mucha pasión, con alegría. Y es capaz de hacer cualquier sacrificio con tal de estar cerca de esta camiseta”, indicaba Gonzalo Rodríguez. "A mí me hace muy feliz ponerme esta camiseta", repitió una y otra vez Juan Román Riquelme, pese a que hoy suenen raras esas palabras, teniendo en cuenta que el jugador del Villarreal “renunció” a la Selección. En definitiva, algunos cosecharon sus frutos en otros países, mientras que otros sólo se sacaron el gusto de vestir la camiseta de alguna Selección. Puede decirse que Monti, Demaría, Orsi y Guaita no la pasaron mal al salir campeón con Italia en 1934. Lo mismo para los citados casos de Trezeguet y Camoranesi. En cambio otros como Alfredo Distéfano, sin dudas el mejor argentino que se puso la camiseta de otro país, no llegó siquiera a jugar un Mundial con España. Por su parte, probablemente Ramón Quiroga y Rubén Cano nunca hubiesen sido convocados por César Luis Menotti para jugar el la Copa del Mundo de 78. Pero sus destinos no fueron mejores con Perú y España, respectivamente, con el agravante de que el primero fue uno de los hombres más cuestionados, ya que fue el arquero que sufrió los seis goles con los que el equipo argentino consiguió su pase a la final. La lista podría continuar con Higuaín y hasta con Daniel Bilos si finalmente –raro, a esta altura- acepta el ofrecimiento de Croacia. A veces el protagonismo en un evento como un Mundial tira más que el amor por una camiseta.
Fotomontaje: Página 12.

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